Sunday, August 27, 2006

Malabrigo, 1928


"Así es de mágica la realidad. Por los años 1925 al 1930, había un pueblo sembrado por prueba inclemente, como tantos; un pozo interior una estación esforzada y parodiante, y una extraña especie de marqués salvaje y remilgado, papiromántico del mensaje escrito, analfabeto, florido, y cruel; tierno y feroz histrión que gobernaba a Malabrigo por un "ars combinatoria", no menos válida que el Hi-Chin, o el Tarot, enredando las vidas, y revelando las almas".

De "Vida soñada de Dalmira Calvento"



Nadie ha sido tan clara y noblemente malvenido
como quien nació en la bella y perdida Malabrigo.

Jamás prometió a nadie, ni en vano ni de veras, Malabrigo,
y nunca la bienvenida a duelo fue entonada con tal silencio austero
al prudente itinerante,
al que pasó en trenes perdidos en la noche al blanco polvo de la siesta,
a quien allí posó su pie extraviado
y siguió a prometedora noche, repitiendo el nombre y confesión de Malabrigo
desde la entrada, su condición precaria, proclamada
no de la suya sola, de toda la aledaña, la remota tierra
sin abrigo, bajo víspera azul del infortunio oculto
en apacibles, claros, sucesivos cielos.

Alrededor plantaron de Malabrigo trigo y lila, ligero lino
florecía bajo seco polvo, y hubo
un laurel rosado, ya destruido
en asolado espacio, en que el tiempo es sustancia,
y sus ánimas formas, vaivenes, días, faltantes,
discreta transparencia, baldío dolor por nadie lamentado.
Un flexible, alto laurel era, rosado, y sus hojas oscuras
y luctuosa su gracia, salvo desprevenidas, pálidas
sus flores de héroe, sin aroma y breves; y toda su elegante
y alta, cimbrante ausencia, al aire de los vivos oscila y reverencia.

Malabrigo es bello nombre de hombre, a hombres que saben, dicho;
pronunciado es verídico, callado no es taimado,
recordado es cabal promesa y celestes paraísos,
cabezas delirando soledad, aroma por añadidura, mirada, mirada respirada,
embriaguez que pierde y ciega para siempre azul al hombre.
Su malvenida en el andén, no miente
a quienes en sus pocas leguas nacen, declarándoles clara
la solar intemperie del destino,
el contendiente deber de guarecerse,
o a vida sin abrigo abrir su entrega, honorando su nombre.
Malabrigo ofrece con caranchos heráldicos
la dura hostilidad de los mortales días.
Con sencillez muy llana, sin patético acento,
es frontal Malabrigo, se nomina pobre, no de bienes, de sino.

El polvoriento monte, gris verde lagarto que sucia alzada baja
de salvaje gato en sigilo, carbunclo insomne fijo en sombra
es su hiriente respaldo impenetrable.
Y la furiosa, la famosa lluvia, amor que estalla precipitándose,
en torpe trueno siempre llegado tarde a fulgurante respingo, relámpago, relincho.
César Mermet, 1967