Wednesday, July 20, 2005

Publicidad de corpiños



Hacia los años 60 Mermet realizó un informe para una campaña que publicitaría una nueva marca de corpiños. No sabemos exactamente cuál fue el pedido que le hicieron, pero Mermet entregó una carpeta de ochenta páginas que es a la vez un análisis minucioso de la iconografía de los pechos femeninos a lo largo de la historia, un informe sobre el desarrollo del rol de la mujer en el siglo XX y un estudio de mercado de los corpiños existentes en ese momento. Incluye al final más de cien slogans posibles para la radio y la gráfica. Reproducimos un fragmento de la introducción:


“...Los frescos funerarios –sin embargo tan joviales y dichosos- egipcios, muestran criadas y damas de corte, con los senos absolutamente libres y exhibidos. Es evidente que en ese caso “no se tiene” un cuerpo; sino que tales personajes femeninos son su cuerpo y, por lo tanto, no tienen conciencia de sus senos como “cosas que se llevan”.

Los frescos de la cultura micénica y minoica nos muestran las joviales danzarinas sagradas y las ágiles salteadoras de toros, con los senos francamente declarados.

La escultura griega asigna a los senos el armónico y proporcionado papel que, en aquel concepto de la forma orgánica, tuvo cualquiera de sus partes: es un tema entre temas; no existen por sí mismos, no están subrayados ni magnificados ni exaltados.

Los senos de las Evas medievales nos muestran el concepto que del cuerpo tuvo una época esencialmente religiosa y proyectada hacia una visión escatológica de la salvación. El cuerpo es doloroso, es transitorio, es el sitio de las miserias, la sede del tiempo humano; el cuerpo tiende a marchitarse y a caer. Y los senos lo expresan. Una como gravedad vencida y triste los agobia.

El Renacimiento abre todos los escotes...
Al cuerpo mortificado y como vergonzante de la Edad Media, sucede un cuerpo de una carne sabia y docta, iniciada en los matices del placer.
La Eva medieval era la mujer del guerrero, fuerte y basta, o la mujer del campesino, fatigada y doliente. Pero sobre todo: aquella carne no se aceptaba a sí misma sin amargura y sin temor.
Los senos que el Renacimiento muestra, probablemente están aromados con especias o esencias que los navegantes venecianos mercaban en los puertos de oriente. Se trata del cuerpo de la dama de la corte. Han florecido las repúblicas independientes. El poder de la Iglesia es ahora temporal, secular, y relativiza su majestad, disputando a las facciones sus bienes y prebendas. Comienza a disiparse el miedo. Una actitud audaz, desafiante, ansiosa, voraz... una apetencia del intelecto y de los sentidos... una necesidad de formas bellas y fastuosas, de ceremonial y de arte... unifica y signa el período.

Por eso se muestra la carne como lujo, como un don. Por eso los señores y los príncipes encargan que se pinte todo lo que aman y estiman entre sus posesiones: también la carne de sus amantes o de sus esposas.
La mostración de los senos del Renacimiento tiene pues el sentido de una posición ideal: una manera de profesar la libertad del pensamiento; un modo de adherir al ideal pagano... Un escote renacentista tiene un sentido neoplatónico. Hasta los madrigales que pudieran cantárseles serían los de los Trovadores, dulcemente impregnados de platonismo, adaptadores, a la profana, de viejos temas místicos.

En general, toda corte próspera, orgullosa de sus fastos, lo estuvo de sus mujeres. Toda corte próspera fue ante todo corte, y después empresa o imperio. Y por lo tanto, hubo vida cortesana. Y naturalmente, reinaron las mujeres. Una corte próspera fue la de Elizabeth, y floreció un majestuoso teatro y una poesía sabia y una prosa engastada, y una moda particularmente caprichosa, en medio de costumbres fuertemente sensuales, audaces, violentas y apasionadas. La corte elizabetheana también mostró los senos.

Rubens no nos sirve para el caso. Es más bien el pintor de las nalgas. Las grandes grupas doradas de sus gigantas flamencas. Los senos en Rubens no tienen ni misterio, ni otra significación que el de la saludable reserva maternal.

El Imperio francés descotó su corte, como un amaneramiento pseudo grecolatino. La moda fue entonces alusión, cita, retórica. Los senos de aquella época parecen lánguidos, afectadamente pasivos; y se hace menester que un alto corsage los sostenga y los eleve. Desde allí cae la túnica suelta.

Se cierran los vestidos en el Segundo Imperio.
Y ya no veremos otra vez la plenitud del pecho femenino sino hasta los impresionistas: particularmente Renoir. Ya en las postrimerías del 1800. Pero todavía no se trata de los senos con el sentido y la particular expresión que asignamos a los senos de nuestra época.

Las mujeres de los impresionistas son damas de la burguesía parisina, o sus hijas impúberes; pero en todo caso, mujeres de una sociedad paternalista; mujeres crepusculares, en el ocaso de un patriarcado que se agota.

Senos plenos, grandes, ricamente generosos, blanco azulados... pero ante todo maternos. Iluminados al aire libre... pero en un "plein aire” de jardín doméstico. O a la luz de la lámpara, o de la ventana de cristales.

Pero en toda la historia no hemos visto que los senos jugasen para la mujer el rol simbólico que sostenemos que revisten en nuestra época”.


c. 1965
César Mermet