Sunday, February 20, 2005

En revista "Pájaro de Fuego"

Hace alrededor de un año, exactamente el 13 de junio, moría César Mermet, uno de los poetas más fecundos de la Argentina. Ello no obstante, la casi totalidad de su obra ha permanecido prácticamente inédita.

En 1951, el Gobierno de la Provincia de Mendoza le otorgó el Primer Premio de Poesía por su obra “La lluvia”, un extenso poema de rara originalidad y belleza que el jurado reconoció unánimemente. El premio incluía también la entrega de una suma de dinero al autor para editar el libro. César Mermet prefirió invertirla en un viaje a Chile.
No se trataba de una actitud displicente ni arbitraria de su parte. Veinte años más tarde, escribiría en uno de sus poemas:

“Por uso fútil de palabras muere
la planta, el árbol, en débito de fruto,
hablado por hormigas, ávidas como sílabas”.

Callarse fue su opción, pero ese premeditado silencio no significaba una cancelación de su actividad creadora, sin duda irrenunciable. Era simplemente una negativa a hacerse cómplice de consabidas estrategias que facilitan –y vulgarizan- la conquista de un renombre: el activismo literario, la divulgación de cuestionables borradores, el menosprecio del rigor conceptual, la gratuidad del desorden, la exaltación de la “antiliteratura”, la agresión al lector.
De ahí que la poesía de Mermet –cuya publicación insumiría varios volúmenes- sólo haya sido conocida por un restringido círculo de escritores, y tuviera limitada difusión en alguna antología y en efímeras revistas literarias, gracias a la tozudez de sus amigos más íntimos (el que escribe es uno de ellos) que, en un lapso de treinta años, lograron esas aisladas hazañas.

Nacido en Santa Fe, el 11 de octubre de 1923, la infancia y la adolescencia de César Mermet transcurrieron en la apacible vastedad del Litoral. Una temprana vocación poética lo llevó a adentrarse en el estudio de la lengua española. Sus poetas predilectos fueron desde entonces Garcilaso, Quevedo, Lope y, entre los de este siglo, Antonio Machado y Jorge Guillén. Al margen de los españoles, su interés por Ezra Pound, Dylan Thomas, Rimbaud, Rilke, Saint John Perse, entre otros, reafirman su invariable adhesión a los valores sustantivos de la palabra. Mermet rechazaba la esquemática y reductiva distinción entre forma y contenido, profesaba la convicción de que la especificidad del lenguaje es indiscernible de la esencia de la cosa nombrada. De ello es testimonio su obra entera.

Félix della Paolera

(Revista “Pájaro de Fuego”, Buenos Aires, junio de 1979)