Sunday, February 20, 2005

César Mermet: La luz guardada

Por Pedro Mairal y Alejandro Crotto
El hombre ausente

¿Cómo hacer visible la biografía de un escritor que se esmeró en ser invisible, que se esmeró en omitirse, en no figurar, en postergarse, en faltar, y que hizo de eso uno de los elementos fundamentales de su poética? Al morir en 1978, a los cincuenta y cuatro años, César Mermet no había publicado un solo libro y, sin embargo, había dedicado su vida a escribir. Dejó una obra desmesurada, de más de mil páginas de poesía. Félix della Paolera -su amigo y casi su único lector- recibió en varias cajas todos los papeles de Mermet. En 1980 publicó "La lluvia", un largo poema que Mermet había escrito en 1951. El resto de la obra permaneció guardado durante veinte años.

Los borradores

En 2000, con un grupo de trabajo, della Paolera comenzó la tarea de sacar los poemas a la luz. Hubo que clasificarlos, ordenarlos y pasarlos en limpio. Algunos poemas tenían hasta once versiones. Casi todos estaban escritos a máquina; muchos de ellos repletos de tachaduras, añadidos y modificaciones que hubo que descifrar con paciencia.

Esos borradores son la segunda cara de Mermet (o casi su primera cara). Vistos de cerca tienen algo que impresiona, algo orgánico, como si las tachaduras, flechas, añadidos y llamadas fueran venas, manchas, huellas de una lucha casi física por mejorar cada verso, cada estrofa. Se nota el empeño obsesivo, admirable, de alguien que se está superando constantemente. Algunos de sus borradores más saturados de correcciones son mapas tortuosos, laberínticos, que evidencian el esfuerzo por crear una visión íntima del mundo. Son el rastro de una intensa persecución tras la luminosidad de la palabra.

Postergaciones

César Mermet nació en 1923 en Malabrigo, un pueblo al norte de la provincia de Santa Fe. Su padre era ingeniero ferroviario, lo que llevó a la familia a vivir en distintas ciudades del Litoral. Mermet escribió sus primeros poemas a los veinte años en Paraná. En 1951, cuando se mudó a Mendoza, ganó con "La lluvia" el concurso de poesía organizado por el gobierno de esa provincia. Pero él, en lugar de usar el monto del premio para publicar el libro, prefirió usarlo para hacer un viaje a Chile. Después se casó y se radicó en Buenos Aires, donde tuvo dos hijos. Trabajó en televisión, en radio y publicidad.

Varias veces, según cuenta della Paolera, Mermet comenzó a agrupar y a seleccionar algunos de sus poemas para publicarlos, pero abandonó la idea porque la tarea se le volvía infinita; corregía, reescribía, ampliaba las versiones y se le ocurrían poemas nuevos, como si germinaran en un proceso que él no podía ni quería detener. Lentamente su postergación, su condición de inédito, comenzó a ser uno de los elementos constitutivos de su obra, porque en esa postergación se encarnaba uno de los axiomas ético-estéticos fundamentales de su poesía. Al final, según se ve en sus cartas y poemas, hizo de esa ausencia su fuerza, su esperanza.

De lo que me faltas crezco

La poesía de Mermet abarca diferentes temáticas. Algunos poemas giran entorno a la materia con mirada objetivista. Otros profundizan temas sociológicos hasta convertirse en verdaderos poemas-ensayos. Mermet también celebra la sensualidad del mundo, pero especialmente la sensualidad que surge de la falta, de la ausencia. "De lo que me faltas crezco", dice en uno de sus poemas. El tema amoroso-erótico atraviesa toda su obra.

Su poesía tiene una primera impronta del ambiente acuático del Litoral; pero esta impronta trasciende la captación del paisaje o la creación de atmósferas y se transforma en una experiencia vital que elabora una original cosmovisión, un proyecto estético ligado a una ética casi musical, una trascendencia basada en "vivir con un pie en la eternidad y el otro en el tiempo y su contingencia", según sus propias palabras.

Aforismos del micro

El texto de Mermet que se incluye a continuación es un poema sorprendente donde se funden la experiencia cotidiana de viajar en colectivo y la reflexión metafísica. El tono gnómico, sentencioso, contrasta con lo aparentemente trivial de la situación del poema. Como en muchos otros de sus textos, aparecen intercalados lo conceptual y lo sensorial. Mermet materializa los conceptos con imágenes sumamente concretas y plásticas. A lo largo de precisas descripciones sobre las circunstancias de viajar en colectivo, desarrolla una insólita versión urbana del budismo zen: suprimir el yo, integrarse al nosotros, aceptar lo adverso hasta hacerlo desaparecer, dejarse ir, suspender la intencionalidad... Esta sabiduría vital está ligada directamente a un humor certero y lúcido.
Revista Lea, julio de 2005